La Ley Gresham: Por qué sólo las malas empresas obtienen créditos

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La Ley de Gresham describe un fenómeno de economía que se da en situaciones en que conviven dos monedas en un mismo sistema: una mala o depreciada y otra buena con valor cierto. La modena buena es atesorada para el ahorro por su valor intrínseco mientras la mala se usa para intercambios comerciales, desplazando a la primera.  Tomemos dicha ley como pretexto para observar algunas  paradojas que se dan el la economía actual.

El primer caso en el que se observa la ley Gresham es en la concesión y renovación de créditos: Las entidades se ven forzadas a negociar con empresas que les deben mucho dinero, otorgándoles más plazo y facilidades para devolver su préstamo y ahorrarse la provisión. Mientras, penalizan a los buenos clientes, subiendo los intereses y endureciendo su crédito.

Todas las grandes inmobiliarias son capaces de reestructurar sin problemas sus vencimientos a corto y además publican nota de prensa orgullosas. Sin embargo, cualquier PYME con negocio sólido y generación de caja recurrente, se ve incapaz de renovar su póliza de crédito. El malo, expulsa del mercado al bueno.

En las PYMEs puede ocurrir algo parecido. Que motivados por el miedo a no cobrar, se den  facilidades al cliente deudor de una cantidad importante y se obvien tales deferencias con el que cliente fiel y buen pagador.

El caso de la bolsa es aún más clarificador. En la actualidad tenemos empresas que actúan como holdings de participaciones al margen de su negocio principal. Un ejemplo es  Sacyr, accionista de Repsol. Dado que Sacyr tiene serios problemas para hacer frente a sus deudas, presiona para que su participada -y saneada- Repsol pague más dividendo. La empresa buena, Repsol, corre el riesgo de ser descapitalizada por culpa de la mala, Sacyr. El mismo caso se pudo observar en muchas de las participaciones industriales de las Cajas de Ahorro españolas, que apuradas por obtener liquidez vendieron a la baja acciones de buenas empresas, perjudicando a las mismas en su cotización.

Tener un accionista (holding) muy apalancado no suele acabar bien. Cuando acabe la fiesta cíclica y el accionista tenga que hacer frente a sus deudas, se verá obligado a saldar sus acciones arrastrando en su caída a las buenas empresas participadas. El timo de la Goldman Sachs Trading Corporation y los holdings de los años veinte es prueba de ello. Si usted se plantea tener un socio, preocúpese más por sus deudas (las del socio) que por su aparente musculatura.

Por último, conviene fijarse en los sectores subvencionados. Sectores como la banca o la industria del automóvil han recibido miles de millones de euros públicos durante la crisis. Esos fondos distorsionan el mercado y perjudican a las empresas saneadas que no necesitan ayudas y que compiten en el mismo mercado. Los mercados de deuda están  dominados por los avales públicos a la banca. Las empresas con problemas (banca) reciben esos avales que abaratan su financiación, perjudicando al resto (p.e. eléctricas) y provocando que las últimas tengan que pagar más para financiarse.